Nombre y número de la
escuela: CENS 451
Nombre y Apellido
alumna: Violeta Irupé Heinze
Directora: Norma
Serante
Profesora: Mariela A.
Palermo
Curso: 2do 2da
El
castigo ejemplar
¿Cómo estoy? ¿Estar? No, no estoy, ni estoy
bien, y posiblemente jamás lo esté. Este jamás que empieza en una mazmorra, enjaulado, apartado, tratado
como si fuera animal salvaje, un desecho de algo. No lo sé. En mi cerebro es un
enigma, una experiencia inexplicable, que palpita en lágrimas y sangre como gritos
de dolor en esta vida que parece una estrategia sin esperanza. Cada día, en
esta jaula, me voy olvidando un poco de
quien soy, me vienen recuerdos de cosas un poco desorientadas y desordenadas
que poco a poco y como puedo, ordeno.
Sé que me llamo Emilio López me dicen “El Indio”, vivo en Córdoba, en la
parte humilde, donde los turistas no llegan, y allá donde van a parar los
perros abandonados. Mi casa es muy pequeña, esa casa llena de bocas y donde no
siempre tenemos la panza llena. Mi vieja se desloma trabajando para tener pan todos
los días y yo para ayudarla un poco aprendí
el oficio de tambero por las madrugadas, aunque era muy difícil levantarse tan
temprano yo solo quería ver a mi madre dichosa de mí, también aprendí a hacer
queso de cabra y traía leche fresca por las mañanas.
Una de esas mañanas conocí a Susana, con su
pollera color flor de manzanilla y
cabello rubio como los primeros rayos del sol, mientras que Susana tejía un pulóver para vender en el
pueblo yo para pasar tiempo con ella, le recitaba poemas de amor y algunos de
filosofía de la vida, o de humor para que riera. Pero no te
tortures, torturador, aunque eres el estrangulador de las
alegrías ajenas, ya no te tortures.
En este pozo fui llevado hasta mis límites,
hasta no saber si estaba vivo o muerto, después de cada golpiza veo a mi amada
Susana, sí, a aquella mujer que me llenaba de todo menos de odio, la veo
sonreír, mientras bailaba aquella
canción, “Muchacha ojos de papel” que tiempo atrás yo mismo la había
llevado a escuchar al primer
recital, bailaba sin descanso, como si
tuviera alas en sus pequeños pies, y su corazón abierto hacia el mundo. La
recuerdo. Hasta que empiezan las golpizas y los insultos hacia una escoria que
estorba en el piso.
Ya no lo soporto más ¿cuándo terminará esta
agonía? Me sujetaron en una vida que no me pertenece, como una víctima. Este olor
nauseabundo de mi cuerpo, este olor impregnado de todo menos de mí, no me
pertenece. Pensar que mi vieja se molestaba tanto cuando llegaba todo sudado
por jugar con los pibes del barrio a la pelota. ¿Ahora que diría? Madre mía...este
cuerpo ya ha perdido su alma, su deseo de seguir vivo. Tengo abierta la cabeza,
agusanada y ennegrecida, de toda la mugre que se acumula en el piso, cuando intento
limpiarme un poco, o cuando van a empezar los primeros golpes de la tortura me
acuerdo de tu refrán que tanto repetías: “Todo lo que el hombre puede poseer
termina destruyéndolo”. Siempre pase por
alto lo que decías, ahora se que, no hay un depredador tan voraz como el ser
humano.
Me gustaría
ser un soñador con sueños que sí
sean reales, ¿cuál es el sabor de la felicidad? Mi gusto gustativo es de
sangre, de nada más, aunque anhelo poder sentir tus labios, Susana, bésame con
tu boca cálida, lléname de esperanza.
Torturador, no me consueles por mis pecados
no hechos. Sacás un cigarrillo y me convidás uno y empezás tu explicación sin escrúpulos – “Usted sabe,
estimado Emilio que de todo que hay en la Tierra , lo más peligroso es el mismo hombre, por
eso, secuestrar no es lo que hacemos, yo le llamo cosecha, ustedes son basura que
limpiamos de la cuidad. Tu ciudad nauseabunda, y vos no entendés que nos pudrís
cuando intentas cuidar de los tuyos”.
Estoy consciente señor torturador, que no
estoy acá por casualidad, que soy el diablo de tu lista y que debo ser borrado,
que no valgo ni la tinta, que maldecirás a todo nacido y golpearás al inocente
que con palabras cortantes te suplicará justicia, justicia que solo hallará en
la muerte, en tu juego maniático, en tu dictadura de las impurezas. No sabes
cuánto tiempo llevo queriendo estar bien, queriendo oler girasoles, correr a campo abierto hasta llegar a un frondoso
árbol y descansar, mientras escucho correr el agua en la cascada, ver a mi
madre en la pradera juntando legumbres, a mis hermanos, jugar al “corre y no te alcanzo”, rozar las
mejillas de Susana, sentir su cuerpo con el mío, acostarme a mirar las
estrellas, planear una vida feliz otra vez.
Aquella noche no pude dormir, ya muy tarde
pude al fin cerrar los ojos, tener otro sueño en que veía a mi familia junto a mí, viendo un hermoso atardecer. Ya no
puedo seguir en este juego del torturador y el torturado, estoy cansado de
buscar ayuda en mis adentros, darme esperanza que ya no existe, darme miles de
oportunidades de seguir viviendo cuando todo es repetitivo, estoy tabicado,
tabicado en cuerpo y alma, me interrogan horas y son olas de golpes cada vez
que no respondo.
Torturador: me olvidé como hablar, me
sumergís en agua y al sacarme olvido como respirar, no sé si estoy muerto en
vida, o vivo en la muerte. Soy una
marioneta muda en tus manos, un libro sin escritura, y eso te enoja.
Torturadores indecentes, sangre de inocentes tienen en sus manos, llegan a sus
casas, abrazan a sus hijos, besan a sus esposas, se disponen a descansar de un día
agotador ¿es molesto no? ir matando uno por uno si no da pistas, si, debe ser
agotador. Ni probaste bocado de tu comida porque todavía tenés nauseas de toda esta
basura. Pero no te tortures, torturador…dormí, ¿o temés tener pesadillas? De
cómo arrebataste aquel niño de los pechos de su madre, de cómo vaciaste los muslos o de los dientes que
arrancaste a tantas sonrisas.
Mamá: sé que algún día dejaré este mundo, con sueños quebrados y caminos
sin recorrer, que me arrancarán para siempre de tus manos; pero levantáte, abrí
mi tierra, labrá mis surcos, marchá mi frente… será posible alcanzar el alba
juntos. Una fresca democracia hallará los nombres ahogados en este infierno
“-¡Emilio!” dirán los hombres -“¡Justicia por nuestros desaparecidos!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario